Don Modesto fue una persona de orígenes muy humildes, nacido en el campo no tuvo oportunidad de estudiar por lo cual se dedico desde muy niño a ayudarle a su padre en la finca donde él trabajaba. El y sus hermanos fueron una bendición para el dueño de las tierras ya que ellos significaban mas peones sin necesidad de tener que pagarles. Mano de obra gratuita que aprendía rápidamente el proceso de sembrar el maíz (máis como siempre le dijo), los cuidados de la yuca, la caña de azúcar, el buen uso del machete para no cortarse un dedo o las espinillas en un descuido.
Se convirtió en un joven alto, flaco, de tez bronceada, calvicie temprana por llevar chonete, ojos celestes, brazos firmes que aprendieron la vida de campo. Como su nombre no lo decia Don Modesto era una persona orgullosa, por decir bastante rajona que no podía quedarse callado ante un reto o una mala mirada. Una vez se peleo con un joven mucho mas joven que él por que "se rasco el pecho por dentro" Sembró un naranjo y cuando su vecino le pregunto cuantas naranjas daba al año el contesto que 100 mil... El vecino le dijo que él había sembrado uno que daba 150 mil año a lo que él rápidamente corrigió que eran 100 mil pero "solo de aquella rama!!!!"
De joven se enamoro y fue un amor prohibido que lo llevo a casarse a escondidas de la familia y cuando comenzo a ser evidente que de su unión tendrían un hijo, decidió que era hora de irse y formar un hogar con su esposa, sobre todo por que su suegra, que era la partera del pueblo, se negó a atender a su propia hija.
El camino los llevo hasta Punta Burica, a un pueblo que no tenia nombre, al menos cada finquero nombraba sus tierras. Don Modesto decidió llamarle Estero Caballo de Osa; pueblo que nunca llego al mapa oficial de Costa Rica.
Allí dio a luz su primer hijo en la misma mesa donde todos los dias desayunaban las tortillas que su esposa hacia, producto del máis que él cultivaba. En total fueron 12 hijos los que nacieron en la cocina, de los cuales tres murieron antes de cumplir el mes dado que para ir al hospital mas cercano debian ir a caballo por tres horas a travez de los esteros, panga por dos horas y luego caminar por dos horas mas si perdían el único bus de la ruta.
Sus hermanos participaron en la guerra del 48, dos de ellos murieron en batalla, Don Modesto no tuvo que ir a la guerra ya que el dia que lo fueron a reclutar estaba atendiendo el nacimiento de su tercer hijo... en la mesa de la cocina. Ese hijo que junto a su hermano menor se convertirían en los primeros dos profesionales del pueblo.
Conforme la familia se agrandaba y sus hijos llegaban a la edad de siete años Don Modesto dlos enviaba a San José a vivir con sus tías para que allá pudieran tener la oportunidad de estudiar que él nunca tuvo. Sus vecinos le decían que era un tonto, una persona que no sabia de la vida ya que dejaba ir a sus hijos que en todo caso podían dedicarse a ayudar en las tareas de la finca que tanto el había costado obtener, la cual se mantenía a duras penas y cuando faltaba la plata mataba un chancho para que su mujer hiciera chicharrones mientras él preparaba el guaro de contrabando a base de baterías de auto, animales muertos, fruta fermentada, nances enterrados por meses, entre otros; preparaban las mesas y hacían fiestas para los vecinos.
Cuando por fin todos sus hijos se habían mudado a la capital, Don Modesto vendió la finca no sin antes llevarse todos los artefactos indígenas que encontró enterrados en la propiedad, para asegurarse una entrada para los malos tiempos y se mudo a San José. Alquilo una casa cerca del Liceo de Costa Rica y reunió a su familia bajo un mismo techo.
La vida para ellos nunca fue fácil en la Capital, no tenían estudios, nació su décimo tercer hija, alimentarlos a todos con trabajos ocasionales luego de haber vendido todos los artefactos indígenas en la plaza de la cultura. La feria la hacían a la vuelta de la esquina y siendo su esposa una mujer humilde dejaba que el que quisiera y necesitara electricidad dispusiera de los tomas de la casa, que guardaran las plataformas en el patio, que dejaran las casas en la cochera donde nunca hubo un automovil.
Los hijos crecieron y les dieron muchos nietos que cada domingo corrían entre las cajas y las plataformas de madera, entre las gallinas y los gallos chanchos y tepezcuintles, mascotas destinadas a terminar en el fogon en los días de fiesta. Al lado de la casa un lote baldío que convirtió en su hortaliza donde sembraba la comida de la mesa, la caña de azúcar para las visitas, nunca perdió el contacto con la tierra.
Don Modesto se sentaba en un sillón verde que estaba en la sala justo después de la entrada a leer el periódico y uno a uno le daba la bienvenida a sus nietos, siempre cariñoso, de pocas palabras pero de mirada tierna para lo que mas amaba en la vida.
Ya hace mas o menos diez años que acepto un trabajo temporal en Panamá, él tenia casi setenta años, y a pesar de su edad gozaba de buena salud, esa que la vida de campo brinda. La promesa de trabajo y su orgullo inquebrantable de no aceptar de dinero de sus hijos lo hizo aceptar la oferta, luego de un mes de residir en Panamá regreso a casa enfermo, a los tres meses murió en el hospital, en la familia no se discutió la naturaleza de su muerte tan rápida y tan poco esperada.
Su mujer quien durante toda su vida fue tan fuerte como un roble vio teñirse de blanco su cabello, perdió el brillo de los ojos, se dedico a cocinar pero ya no tenia a quien servirle, la vida se volvió un silencio, ya ni la visita de los nietos tenia el mismo gusto, termino por pasar horas encerrada en su cuarto al lado de su rosario, enfermo y los doctores le dieron tres meses de vida, seis si su pierna era amputada, ella les dijo que se iría de este mundo como vino, tomo sus cosas y se devolvió a su casa, luego de 7 meses murió.
La casa quedo abandonada por unos años, la pintura se despego,las columnas se llenaron de moho, la hortaliza se volvió un monte abandonado. Hoy en día su casa en Estero Caballo ya no existe, tampoco la de San José, es un taller mecánico, horrible, enorme, lleno de partes de autos, motores y grasa, un lugar que, cada vez que paso al frente a el, me recuerda todo lo que corrí entre cajas de madera y gallinas, los chanchos, los tamales en el fogon, la moledora de máis, el sillón verde, el periódico, esos hermosos ojos celestes, la sonrisa y el abrazo, sentarme en sus regazos y acompañar a Don Modesto a leer el periódico...